domingo, 21 de marzo de 2010

Contando poesía




Se veía una vista extraordinaria desde aquel movedizo lugar. Paisajes de árboles verdes llenaban las tierras fértiles de las grandes montañas, por ellas surcaban ríos de aguas cristalinas que reflejaban el flamante y celeste cielo donde lo adornaba el sol, esa estrella que quemaba y su resplandor hería la vista, ése era el lugar más inspirador.

Muy pronto en el alto, las nubes se tiñeron de negro y entre ellas las estrellas hacían guiños luminosos, el sol fue tapado por esa esfera plateada que remitía una ilusión óptica a mis ojos: los árboles se veían casi tan oscuros como el cielo, sus sombras se apagaron y sus hojas se movían incesantemente al ritmo de la brisa; las aguas quedaron negras como brechas de un precipicio con el cálido y romántico reflejo de la luna. Los aromas casi imperceptibles en el día se penetraron hasta mi pecho, era como respirar vida.

Luego las estrellas se opacaron y fueron reemplazadas por furiosas nubes. Miré hacia arriba y líneas azules que se dibujaban allí cegaban mí vista mientras, unos segundos después cuando todavía no había pasado el efecto, un sonido ensordeció mi silencio. El viento presuroso rugió en mi encuentro y noté gruesas gotas que mojaban mi pelo. La melancólica lluvia despertó mis emociones, mi acongoja, mi tristeza, mis recuerdos.

Las bellezas que conforman nuestras imaginaciones superan cualquier belleza arquitectónica o tecnológica, se puede crear una imagen preciosa y zambullirse en aquel mundo de ensueños sin necesitar absolutamente nada, sólo imaginación. La imaginación comienza en un anhelo y crece alimentándose de libros. Los libros son la puerta a aquellas necesarias herramientas como la representación de algo no visual y la creatividad inspirativa. La inspiración nace de ésos momentos de picos emotivos, de un recuerdo, un olvido, lo que represente. Se representa de la menos recordada invención del hombre; aquella que nos une, nos caracteriza, nos comunica, nos evoluciona, que define nuestras culturas, que se conectan unas a otras; que logran un magnífico y hermoso conjunto: las palabras . Las palabras, esas que sin recato nos llaman al maravilloso mundo de los sueños. Sólo me queda decir donde encontrarlas…

Encuéntralas allí, en el lugar más recóndito de tu alma, encuéntralas en el sitio más vertiginoso de tus emociones, encuéntralas en donde hospedan tus sentimientos, encuéntralas donde bifurcan tus recuerdos, encuéntralas en aquel perdido lugar de tus felicidades, encuéntralas donde conviven tus miedos y tristezas…

Ten presente: las palabras poéticas despiertan inquietudes, abrazan llantos y ríen alegrías, pero no las busques porque solas llegan. Llegan en un saludo, en una charla, en una carta; están vigentes en verso, prosa y rimas; quedan perpetuas ante la mirada y la sonrisa. Recuerda que las palabras poéticas no sólo se encuentran en poesías.

Espinosa, Natalia Ruth

10/07/08

miércoles, 3 de marzo de 2010

Pensé que era un ángel...

Encallada en sus sueños, no supo buscar con ahínco. Rodeó mil costas en penumbras tratando de vislumbrar ilusiones marchitas para convertir canciones de sumisión al destino. Hoy las páginas de los libros no tienen memoria y aquellas imperecederas letras parecen haber sido borradas del tiempo.

Se manifiestan recuerdos, una salvajada de visiones borrosas, una más que la otra. Sus ojos se han apagado, ya no tienen el brillo de la inocencia, sólo difiere en el camino lo volátil, aquello que nos provoca sólo una felicidad efímera… no cree en lo eterno. Sus manos, capullos de algodones despedazados, se refugian en tan sólo un tarro de agua y aceite de almendras para revivir ese tacto que siente muerto. Su cabello envuelto en rizos mustios que cuelgan frágiles desde su cabeza, casi blancos, casi puros, casi ninguno…

Sus piernas retoñaban la fuerza que tenía desde joven, estilísticas, elegantes y ahora no soportaban más que esas memorias al dar un paso lento.

Y su cuerpo repasaba melodías que nunca supo enteras y aún así la añoranza pesaba en cada hálito de su piel envejecida del ocaso.

Pero su corazón negado resistía, latía resistiéndose a dar por final una vida sin haber descubierto un tesoro en el mundo, negación acaso por simpatía.

Un día, de esos que suenan ya demasiado trillados, se iluminó su pecho, se iluminó cada rincón vacío de su vida, pensó que era un ángel que buscaba aquella esencia que compartía con un ser que nacería pronto y se entregó sin más, sin fuerzas… remembranzas de días.

Pensé que era un ángel, cuando contó la historia, pensé que realmente se moría, pensé que no había más oportunidades que las que había dejado pasar en sus tiempos pero me equivoqué, pensé que era un ángel y quizás sea el amor de su vida.

Se despidió sin despedidas, un único lugar para eso eran los entierros, se moría pero nunca se quedó sin vida y ni siquiera hoy que han pasado 21 años lo comprendo…



Natalia Ruth Espinosa

10/02/10